Volvimos a casa de nuestro viaje en autocaravana con las plantas de mis porches incluso mejor que antes de dejarlas. Es curioso cómo puedo cuidarlas todos los días mientras estamos en la ciudad y, sin embargo, nunca se ven tan llenas y frondosas como cuando nos vamos. Creo que tiene que ver con mi amiga Kelly, que las cuida mientras estamos fuera. Basta con que pase por delante de mis plantas para que se animen. Creo que podría tener algo que ver con su título de horticultura o algo así, pero sólo estoy adivinando.
Me maravillé de lo bien que se veían las plantas, parándome a admirar cada una de ellas cuando volvimos y entonces algo me golpeó, faltaban almohadas de mi porche. Miré dentro para ver si las habían trasladado y luego, al no encontrar nada, comprobé los arbustos para ver si habían volado del porche con algún viento raro al que sólo le gustaba arrebatar dos almohadas y nada más.
Fue entonces cuando recordé que mi madre me había llamado mientras estábamos fuera para decirme que, por alguna razón, Ranger no se encontraba bien. Se quejaba, no comía mucho y se quedaba en el garaje en lugar de pasearse como de costumbre.
Lo había llevado al veterinario, donde le dijeron que tenía un caso leve de gastroenteritis (siento tener que decirlo), probablemente por haber comido algo que no le sentó bien. Le recetaron medicamentos durante una semana y volvieron a comprobar su evolución cada pocos días.
Ahora, antes de seguir con esta historia. Escuchar esa información del veterinario realmente no me sorprendió. A Ranger le encanta pasar la mayor parte del día en mi jardín comiendo hierbas como el romero y la albahaca, tomates de vez en cuando, e incluso ha comido calabazas.
Al final le volvimos a poner el collar de la valla invisible para evitar que destrozara lo poco que quedaba de jardín que las malas hierbas, la falta de agua y los ciervos no se habían encargado ya de destruir por mí.
Cuando mamá me dio la noticia del veterinario, supuse que se le había estropeado el collar y que había encontrado la forma de meterse en el jardín para darse un atracón mientras estábamos fuera.
Pero cuando no pude encontrar mis nuevas almohadas del porche para salvar mi vida, después de buscar de nuevo detrás de los arbustos donde Ranger es conocido por llevar pelotas, bates, periódicos, entregas de UPS, zapatos, chaquetas y cualquier otro artículo que considere suyo, supe lo que había pasado.
Ranger se comió mis almohadas.
Pero al mirar sus grandes ojos marrones, me di cuenta de que no podía seguir enfadada con él. Tenía que ocuparme de lavar los cristales de mis puertas, donde había estado lamiéndolos durante las dos últimas semanas.
La vida con un perro nunca es aburrida. Creo que deberíamos haberle llamado Swiper.